martes, noviembre 14

Boy.

Hola, chico:

¿Te acuerdas de cuando nos conocimos? La verdad es que yo siempre he pensado que es justo darle oportunidad a todo valiente. Tengo que admitir que no me impresionaste aquella vez afuera del bar, que me regalaste un cigarro y fumamos juntos. Me sacaste plática pero la verdad me conociste bien guapa y acababa de pasarmela bien a gusto con mi amigo gay en aquél antro, bailé toda la noche y andaba bastante borracha. Solo quería fumar un poco y terminar la noche de una calada. Me pediste mi teléfono y mi contacto en la red social. Estaba de buen humor porque te lo di, te acepté y te contesté. Me parecías un poco desaliñado y no me conquistabas de primera impresión. Pasaron los días y los meses y me mandabas mensajes de vez en cuando a los cuales respondía de manera cortante, aún así me seguías escrbiendo y yo me sorprendía por aquella constancia, que no bajabas la guardia a pesar de mis maneras hostiles. Muy relajado. Hasta que un día glorioso me invitaste a jugar billar con un amigo tuyo y los astros se alinearon por que te dije que sí. Me encantó tu caballerosidad de pasar por mí a mi casa y no decirme nada cuando me subí con mi cerveza abierta a tu carro. Me caíste bien entonces. Cuando llegamos al billar serviste mi primer vaso de caguama bien fría, que para mi sorpresa sabía deliciosa y tomé de manera apresurada... como todo lo que me gusta que me lo quiero comer de una sentada, como me pasa contigo ahorita. 
Empezamos a jugar y yo fui vestida de manera casual, con mi blusa favorita, que te la presenté. Me sentí cómoda a tu lado, y empezamos a platicar, la música estaba en su punto, y tu sonrisa destelló en mis ojos. Conforme avanzaba la noche, poco a poco dejamos de tomar en cuenta a tu amigo y nos empezamos a centrar en nosotros dos, caminabas enseguida de mí y yo ya sentía las mariposas en el estómago, te miraba y no quería otra cosa más que tenerte cerca, sentir tu piel y que tu voz solo se dirigiera a mí, que tus ojos miraran a los míos y me siguieras platicando la diferencia del reggaetón y el trap, que desde entonces le tomé interés y ahora me gusta, gracias a ti. 
Me endulzabas el oído, de vez en cuando me tocabas y sentía mi piel hervir. Me mantuve serena tomando cada vez más. Me emborraché un poco y al final tu amigo se dio cuenta de que tenía que irse solo a su casa y nos subimos solo tú y yo a tu carro. Desde entonces me dejaste poner mi música, me llevaste a mi casa a pesar de haber tomado, aunque me habías advertido que tal vez me regresara en taxi por la misma razón. No dije nada, no dijiste nada. De todas maneras yo solo quería más tiempo contigo, a solas. Platicamos muy a gusto, tomaste mi mano y me sobabas con tus dedos entre los míos. Cuando ya estabamos a punto de llegar sentía que no podía aguantar más y como si leyeras mi pensamiento hiciste un comentario referente a mis labios y te respondí positivamente para que los besaras. Para que me besaras. Paraste tu carro a una calle de llegar a mi casa y nos avalanzamos el uno al otro para darnos un beso ansiado. En mi caso me quemaba, no había forma en la que me fuera a dormir sin haberte besado. Me invitaste a irme contigo pero te dije que no, ya sabes, sí quería irme contigo. Nos vimos más tarde esa semana y fuimos a un bar, me la pasé muy a gusto contigo, me gusta estar cerca de ti, cada vez que volteaba a verte me preguntaba qué era lo que me hacía sentirme tan atraída hacia ti. En fin, te deseaba cada vez más. Pero seguía sin aceptar tu invitación a irme contigo al final de la noche. 
Luego me dijiste que te ibas de viaje y que te ausentarías dos meses por tu operación de ojos, y que solo regresarías unos días a la ciudad. Y sentí como te ibas de mí, si yo solo quería tenerte cerca, pero sentí preocupación, igual en aquellos días aun no sentía lo que siento hoy por tí y decidí ir a despedirme de ti. Sabías mis intenciones y no tardaste en abordarme, tomamos un poco y nos concentramos en nosotros. Desgraciadamente, no resultó en un una historia agradable de contar, por lo que podemos omitir este relato, aunque nos marcó hasta estos días. 
Te fuiste y estaba alegre por tu partida, pretendía sacarte de mi vida y ya no volver a saber de ti, pero no fue así. Dejaste que las cosas se enfriaran y volviste a saludarme. Te contesté pero ya me sentía retraída, creo que tu también lo sentiste pero no le diste importancia, me imagino. Me encanta tu persistencia. Cuando volviste esos días volvimos a vernos pero recuerdo que me buscabas y no dejaba que te me acercaras y en nuestro ultimo encuentro hasta sentí tu disgusto y tú el mío que cada quien pagó su cuenta y nos despedimos con desdén. Y, "los besos negados, María, nunca más regresarán." Me sentí triste por la derrota y pensé ese fue el final de nosotros, de nueva cuenta decidí no hablarte más pero esta vez ya no incististe tanto, y te fuiste. Estando lejos seguimos platicando un poco y como yo tenía que ir de vez en cuando a tu ciudad te propuse vernos, en dos ocasiones me dijiste que no pero la tercera obtuve la victoria, y vaya que me sentí triunfante, o quién sabe porque hoy siento que en mi estómago revuelan mariposas y me siento más vulnerable que nunca. Dios me sonrió y pudimos vernos en tu ciudad. Fuiste por mí y desde el momento en el que me confirmaste nuestra cita mi día se ilumino, sentí como un shot de adrenalina. Ya hasta se me olvidó lo desagradable que me fue aquella mañana. Fuimos un rato a la playa, fumamos y platicamos largo y tendido, me diste mi tiempo, me mimaste. Fuimos a comer y tomaste mi mano, seguimos platicando y al fin me quité mis lentes de sol para mirarte directo a los ojos y ví que me tienes los ojos más chulos y la sonrisa más coqueta que he visto, me sentí embriagada por ti, pero igual, nos mantuvimos serenos. Terminamos de comer y pagaste la cuenta, nos fuimos de nuevo a la playa, el Sol ya estaba bajando y después de un rato de silencio de contemplar el mar y las gaviotas comer, volteé a verte y sin perder un momento más te acercaste a besarme. Me besas como me gusta, me dices que te gustan mis besos. Me fascinan tus besos. En ese momento quería decirtelo: que ya empiezo a sentir cosas por ti. Que veo todo lo bueno y que ya no recuerdo lo malo, que quiero empezar algo contigo, sin rumbo pero fijo, que siento que te empiezo a querer y que me preocupa tu bienestar, que te quiero cuidar y que te quiero llenar de amor, que siento que te quiero dar todo y que te quiero recibir todo. Que ha sido un año de conocernos y que te agradezco toda la paciencia y que ahora que me tienes y que has logrado ganarte mi confianza que me correspondas. Aunque prácticamente esto último está demás, pero creo que me podrás entender cómo se siente un recién enamorado. Y con todo esto creo que es lo que finalmente quiero decirte, creí que nadie volvería a conquistarme y sin esperarlo, sin planearlo, aquí estoy escribiéndote porque siento que ya no puedo tenerlo dentro de mí. Regresé a escribir gracias a ti, regresé a la poesía, a la incertidumbre, a la inspiración, al amor. Y antes que otra cosa pase, gracias por... absolutamente todo. Te quiero.